Hace varios días que voy dando al concepto de la inteligencia emocional, en especial, tras recordar la lectura del libro de Daniel Goleman sobre inteligencia emocional. Ese libro publicado en 1995, que leí el año pasado, debo confesar que fui inicialmente reticente a su lectura, pero tras su primera lectura, existen muchos conceptos que me parecen muy interesantes, en particular la conexión entre la psicología, la neurociencia y cómo las propias emociones pueden influir tanto en la vida diaria como en la propia toma de decisiones.
En el libro se destacan cinco componentes esenciales: el autoconocimiento, la autorregulación, la motivación, la empatía y las habilidades sociales. Dichos componentes tienen su propia relevancia, mas cuando, a conclusión del propio autor, las emociones pueden secuestrar el propio pensamiento racional hasta el punto de generar reacciones impulsivas ante momentos de estrés, que puede pasar por varias fases.
Pongamos un ejemplo.
Imaginemos un supuesto en el que un sujeto está sometido a un determinado estrés (situación económica, familiar, conflicto de pareja, profesional, laboral) y, ante ese estimulo, el sujeto puede controlar o verse completamente desbordado, en cuyo caso le conducirá a un estado desmotivacional o abandono a si mismo que puede provocar la propia destrucción del sujeto en casos más graves.
Evidentemente, no soy psicólogo y por ello siempre recomendaré que ante determinadas situaciones, lo mejor sería conectar o contactar con el correspondiente especialista, pero siempre debemos partir de que se debe identificar la causa del estrés, puesto que en caso contrario, estaríamos dando palos de ciego sin ningún tipo de resultado visible.
En determinadas experiencias que he podido ver, he podido observar cómo en ocasiones esas situaciones de estrés tienen su origen en un momento presente, que podrían ser ex Novo, provocando dicha situación por cuanto que el sujeto no sabe cómo responder a dicho estímulo por ser completamente nueva para él. Algo así sería como la primera experiencia. O, también, podría tener su origen en un evento pasado, es decir, un estímulo que recuerda a una experiencia de antaño que no haya podido cicatrizar o cerrar bien, o resultó ser un episodio completamente traumático para el sujeto.
Una de las frases que se suele decir, quizá de forma excesiva, es aquella de que «el tiempo lo cura todo», de la que estoy parcialmente de acuerdo, porque no únicamente es el tiempo. Podemos lamentarnos y dejar que vaya pasando el tiempo, lo que provocará que esa situación se vaya diluyendo hasta que el sujeto pueda olvidarla momentáneamente, pero es muy probable que ante un nuevo estímulo que pueda conectar con ese evento pasado, el sujeto volverá a recaer. Esta situación suele suceder con determinadas adicciones, por ejemplo. Por ello, siempre prefiero, o al menos desde mi punto de vista, que el tiempo es necesario, pero el sujeto debe ser un partícipe activo en esa sanación, queriendo, primero superarlo y después tomar las medidas necesarias. El tiempo necesario para la sanación dependerá, por un lado, de lo profundo que le haya sucedido y, del otro, de la participación activa que muestre ante ese estímulo.
Por eso, y de ahí la conexión que veo con el libro de D. Goleman, el primer componente debe ser el autoconocimiento, conocerse a si mismo y los estímulos que tenemos, tanto los que nos hacen sentirnos bien como aquellos que perturban la paz interior, con independencia de que sean agentes de los mismos personas o sujetos ajenos a nuestra voluntad o sean situaciones que nosotros hayamos provocado. Hay una frase que me encanta y que últimamente suelo repetir bastante en diferentes variantes: «yo soy partícipe y controlo mis acciones, siendo responsable último de éstas; pero no puedo controlar las acciones que hagan terceras personas, aunque si que puedo controlar cómo reacciono cuando las percibo».
Y para mi, aquí entra la autorregulación, es decir, cómo puedo controlar mis emociones o mis impulsos ante tales estímulos. Esa respuesta, la suelo centrar en dos maneras: la que puede resultar dañina para mi y la que no. La primera podría ser aquella centrada en el consumo descontrolado de sustancias alteradoras de la percepción o en la realización de acciones autolesivas o con riesgo de autolesión; mientras que la segunda, sería mantener un poco la templanza, reposar y meditar las acciones que vas a emprender. Muchos de nosotros hemos sido tentados y seremos tentados en nuestra vida para actuar movidos por la ira. Hace unos días, sin ir más lejos, tuve la tentación de dar una respuesta no adecuada a una pregunta que consideraba absurda. Sin embargo, aquello de parar, respirar profundamente o decir, luego te respondo, te conduce a si era relevante o importante dicha respuesta, siendo la gran mayoría de veces negativa. Eso es para mi, la autorregulación.
Por otro lado, tanto la motivación como la empatía como las habilidades sociales son percepciones o elementos que van intrínsecos a la propia respuesta a dicho estímulo. En este caso, la motivación es ese elemento subjetivo que tiene la persona para poder dar una respuesta completamente sensata y no autodestructiva, es decir, yo me conozco tanto que por mucho que tu digas, yo seré el sujeto único perfecto para mi que será diferente al sujeto único perfecto para ti. Por su parte, la empatía es uno de esos componentes de la inteligencia emocional que he ido desarrollando en los últimos años, pues cada vez está recobrando una mayor relevancia a nivel social. Las habilidades sociales y los contactos, así como los seres humanos, como seres sociales, deberán aprender habilidades empáticas, pues, es la manera más cómoda de estar integrado dentro de la propia comunidad.
La empatía, ya no es únicamente una habilidad que podemos aprender y desarrollar para nosotros mismos o conectar con otra persona, pareja, compañero de trabajo, sino que también puede ser relevante para medir nuestra respuesta ante una situación por la que esté pasando un tercero. Por ejemplo, una reacción defensiva ante un estimulo que puede parecer agresivo hacia esa persona, un intento de autolesión impulsivo… todos estos son meros ejemplos que da una determinada persona hacia una situación por la que esté pasando. Así, si tuvieras a tu mejor amigo, por ejemplo, que está intentado superar una ruptura calamitosa para él y hubiere decidido ahogar su frustración (y quizá rabia) en el consumo de bebidas alcohólicas, una parte sensata y empática lo podría llegar a entender, pero reaccionaria quitándole las llaves de su vehículo o, según los casos, limitando el acceso de éste a su smartphone.
Por ello, entiendo que la inteligencia emocional, lejos de ser ese medio o herramienta que puede manipular nuestros sentidos para que podamos tomar decisiones contrarias a nuestros intereses, creo que es un medio adecuado o idóneo para dar respuesta a determinados momentos de vulnerabilidad emocional por la que estemos pasando nosotros o personas con las que estemos conectadas. Es aquí que, muchas veces, podemos llegar a experimentar una ira, que podría llegarse a descontrolado por una determinada situación concreta, y resulta ser necesaria la gestión de dicha frustración. Por ello, lejos de la motivación o la empatía, los primeros rasgos de la propia inteligencia emocional que deberían trabajarse irían vinculados tanto con el autoconocimiento como con la propia autorregulación.

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