La política es uno de aquellos géneros en los que, o bien te apasionan, o bien lo acabas odiando; pero también, para aquellos que se dediquen de forma profesional o de forma voluntaria, es una corriente que te absorbe y tanto te puede destruir como te puede llevar al olimpo, dependiendo en todo caso, de cómo esa persona pueda moverse por esas aguas revueltas.
Hay un término utilizado en numerables ocasiones, para aquella persona que sabe ocultar determinados hechos negativos y sabe resaltar los positivos, en la que se le afirma de que sería un buen político.
En mi caso, la política me gusta y disfruto con ella. Me acuerdo de una conversación con un regidor de mi municipio en el que, quedándose maravillado por el detalle que le explicaba alguna sesión de los Plenos municipales me preguntó si me gustaba la política. Imagino que se encontraría sorprendido de que alguien que ni siquiera está afiliado a partido alguno, pudiera seguir la política municipal del municipio tan de cerca.
Pero la ventaja de seguir con esa política es que puedes comprobar determinados hechos, con lo que estás de acuerdo o no, los intereses por los que se mueven determinadas fuerzas políticas o el electorado de esa formación (por las mociones o preguntas que llevan al pleno) y también observas con detalle los argumentos utilizados para defender u oponerse a esas medidas, dejándose, en muchas ocasiones, tanto el color político como las propias señas, porque ahí, se supone, que están los veladores por la paz municipal.
Eso no quita que en ocasiones, quede patente determinada hipocresía e, incluso, cinismo de algunas formaciones o de algunos miembros de esa política. Es muy fácil entrar a discutir o cuestionar determinadas acciones o ausencias del gobierno local, cuando quien lo hace ha estado en el ejecutivo en la anterior legislatura y es conocedor que lo que hoy discute es la ausencia de decisión realizada con anterioridad.
Me acuerdo de una queja de un municipio del ahora partido de la oposición por dejar completamente abandonado un proyecto que se había iniciado hace más de 10 años y que estando dicho partido dentro del gobierno, nada se hizo, y después de eso, empezó a criticar al gobierno cuando está en la oposición.
Esto es lo que vengo a llamar el cinismo político, puesto que lejos de asumir sus propias responsabilidades, resulta más cómodo hacer elucubraciones sobre hechos que quien las lanza podría haber tomado partido y haberlas ejecutado.
La política permite comprobar la propia personalidad del individuo hasta el punto de poder crear más o menos confianza, máxime cuando la gran mayoría de candidatos, muchos se dedican al municipio y otros obedecen decisiones que vienen de fuera.
En definitiva, en el mundo de la política, las palabras vertidas deben ser tomadas a medias tintas y lo que debe primar son las acciones que se lleven a cabo.








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