Hoy me gustaría compartir una pequeña reflexión personal que me lleva varios días rondando por la cabeza. Habitualmente, aunque no todos y cada uno de los días, suelo seguir las noticias y ojear la prensa, pero tristemente, esta semana varios sucesos me han resultado de un clamoroso impacto, pese a la distancia los unos de los otros y aunque puedan parecer hechos completamente aislados, en realidad, representan un hilo común de violencia, polarización e, incluso, desesperación.
Empecemos por el asesinato (podemos llamarlo así) de Charlie Kirk. La sociedad norteamericana que hace día atrás quedó impactada por la muerte de Irina Zarutska, la joven ucraniana refugiada, brutalmente apuñalada por Decarlos Brown Jr en un tren en Charlotte (Carolina del Norte), esta semana vivió un nuevo impacto. Charlie Kirk, conocido activista conservador fundador de Turning Point USA, fue asesinado de un disparo durante un evento en la Utah Valley University en Orem, Utah, el 10 de Septiembre de 2025.
Según informes, el crimen parece tener motivos estrictamente políticos, es decir, el asesino tenía unos desacuerdos profundos con las opiniones y argumentaciones que Kirk iba defendiendo en reiterados eventos. Este crimen está siendo utilizado políticamente por la derecha norteamericana para señalar la «violencia de la izquierda», argumentando que el discurso progresista ha fomentado un clima de odio, argumento que hemos visto y que suele reproducir el presidente Donald Trump.
Ello me resulta completamente impactante, por cuanto que, con independencia de las ideologías individuales, supone una clara revelación de que ciertas diferencias de opinión pueden escalar en una violencia completamente extrema. Estando de acuerdo o no con las opiniones de una persona, que puede defender sus ideas con pasión, ¿es motivo suficiente como para poder quitar una vida? Este hecho, me invita a cuestionar si, en cierto modo, se está perdiendo la capacidad de debatir y expresar determinadas ideas sin necesidad de manifestar un odio hacia esa persona.
Cambiando de continente, pero no de temática, el pasado jueves 11 de septiembre apareció asesinado un hombre de unos 50 años, sin hogar, en un parque de Vilanova i la Geltrú, hombre que era una persona sin hogar y que había sido encontrando con signos evidentes de violencia, posiblemente por arma blanca. Aunque la investigación sigue abierta por los Mossos d’Esquadra, me cuesta imaginar cómo se ha podido asesinar a una persona completamente vulnerable (iba con muletas), que dormía en la calle porque no tenía otro lugar. ¿Por qué? ¿Robo, odio, indiferencia social? Este incidente, que no es el único que se ha producido contra personas vulnerables (hace años en Barcelona incendiaron a una persona sin techo, por ejemplo), conduce a reflexionar sobre la fragilidad de los marginados en nuestra sociedad y en cómo por parte de los políticos y la sociedad suelen ignorar a los sintecho hasta que algo así ocurre, convirtiendo la violencia en un síntoma de una desigualdad que no se está abordando.
Hablando de violencia, no puede mirarse hacia otro lado de una serie de conflictos como el que se vive en Ucrania o en la franja de Gaza. Sin duda, ahora los noticiarios nos abordan con el conflicto palestino, dejando a un lado el conflicto de Ucrania. En la actualidad, el conflicto palestino ha sido politizado, de la manera que mientras la derecha suele apoyar a Israel, la izquierda está apoyando a Palestina. Estos días, en la Vuelta a España, se ha podido ver en una de las competiciones ciclistas más emblemáticas, como grupos de manifestantes han llegado a interrumpir etapas clave, como la de la Sierra de Madrid, obligando a desviar el recorrido. En etapas como la de Bilbao o la subida al Angliru, activistas llegaron a bloquear carreteras con pancartas y banderas, generando detenciones y modificaciones en el itinerario por seguridad, todo ello en denuncia por la participación de un equipo israelí y en solidaridad con Gaza. Aunque estas protestas pueden tener la finalidad de visibilizar una causa global de injusticia, no es menos cierto que también escalan tensiones y cuestionan los límites entre el derecho a manifestarse y la interrupción de la vida cotidiana.
Estos eventos, a título de ejemplo y que seguro que puedo encontrar muchos más, me invitan a reflexionar de que la violencia está en todas partes, desde un asesinato político hasta el crimen callejero, pasando por protestas que, buscando visibilizar una serie de injusticias, generan más división. En el caso de Kirk, es un claro ejemplo de cómo la polarización política e intolerancia puede matar; en el caso de Vilanova, la indiferencia social hacia los vulnerables; y en las manifestaciones, el grito desesperado por causas globales que no son resueltas. ¿Estamos contribuyendo a esto, con nuestro silencio, nuestros likes o nuestros prejuicios? Me pregunto si, en lugar de acusar al «otro lado», podríamos empezar a fomentar el diálogo, la empatía para contribuir en la búsqueda de soluciones reales. La violencia no resuelve nada, solo perpetúa el ciclo.
Os invito a reflexionar, ¿Qué rol jugamos cada uno dentro de la sociedad? ¿Cómo podemos promover la Paz en lo local y en lo global?








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